En
el final de su vida, Johann Sebastian Bach recibe en sueños la visita de una
musa tanguera (un títere de tamaño natural) que lo lleva en vuelo onírico a un
conventillo en el Buenos Aires de los años 30, más precisamente el 24 de junio
de 1935, el día en que murió Gardel. El universo del tango, sus quimeras y
arquetipos, envuelven al Kantor de Leipzig y lo subyugan. Bach reconoce giros
tangueros en las melodías de algunas de sus suites y cantatas, y por momentos
no sabe si lo que observa a lo lejos es el Weiße Elster o el Río de La Plata.
En su pequeña habitación de alquiler, el viejo maestro abraza un bandoneón,
canta tangos de Gardel, Manzi, Di Sarli, Discépolo, Piazzolla, que mezcla con
arias y recitativos de sus propias cantatas y pasiones.
Durante
la obra se interpretarán tangos y milongas de distintos autores, así como arias
y recitados para tenor de Bach, Haendel y Monteverdi. La obra participó de
giras y festivales en Tenerife, Granada, Málaga y Barcelona.